Profundo análisis del Dr. Italo Antinori Bolaños, Doctor en Derecho por
la Universidad Complutense de Madrid y Primer Defensor del Pueblo de la República
de Panamá (1997-2001) acerca de la solicitud que ha hecho el Presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador en el sentido de que España pida perdón por la conquista de México.
Análisis del Dr. Italo Antinori B.
Publicado en la sección de escritores de
la Universidad Complutense de Madrid en la siguiente dirección: https://webs.ucm.es/BUCM/escritores/italo_antinori/obras/obr4047.php
Resulta verdaderamente ridículo,
insólito y peripatético que el Presidente
de México, Andrés Manuel Lopez
Obrador, haya pedido en carta al Rey
de España (finales de marzo de 2019), una disculpa pública por lo que
considera una “invasión” y una “violación de los Derechos Humanos” ejecutada,
hace más de quinientos años, por Hernán
Cortés y los españoles en el período de la conquista. Habría que explicarle
al señor López Obrador que no solo
la petición resulta extemporánea, improcedente y hasta extravagante sino que,
además, pretender que tal acto pudiera realizarse es tan absurdo como demencial,
pues acarrearía el inicio de una cadena de disculpas y perdones en el planeta
que no sabríamos cuándo acabarían. Nos
imaginamos a nuestra querida Italia,
obligada a pedir perdón por las conquistas que hizo el imperio romano en tantos
pueblos y naciones, desde antes del nacimiento de Jesucristo; a los turcos por la invasión del imperio otomano que dirigió el Sultán Mehmed II “el conquistador”, quien tomó en 1453 la docta Constantinopla, aniquiló para siempre en esos territorios el
cristianismo, impuso el Islam y acabó con el denominado Imperio romano de oriente (imperio bizantino). Sería risible que el Rey Felipe VI reclamara a las naciones árabes un público perdón a España por la invasión y dominación
musulmana por casi ocho siglos en la península ibérica y la configuración y
esperanzas moriscas de consolidar el proyecto de “al andaluz”. Si ello ocurriere, tendríamos a las naciones
árabes replicándole a Felipe VI que
debía ser él, quien pida perdón a los pueblos árabes porque sus ilustres
antepasados, los Reyes Católicos,
Fernando e Isabel, tuvieron la “osadía” de vencer y echar a Boabdil, el último sultán del reino nazarí
del territorio español, aquel histórico 2 de enero de 1492, cuando acabaron con
el último enclave musulmán de occidente, al desalojarlos de la majestuosa
Alhambra, única y sinigual fortaleza levantada por los árabes, en las colinas
de Granada. Tendríamos también que exigir a Rusia y a Estados Unidos que pidan perdón por las diversas invasiones y
dominaciones de pueblos y naciones, a los japoneses
por sus ocupaciones, a China por sus
zarpazos – entre éstas la cuestionable acción en el Tibet – a la India por sus disputas, problemas y diferendos con Paquistán, a casi todos los Estados
europeos (Inglaterra, Francia, Portugal,
Holanda y otros) por la conquista del África,
Asia, Oceanía y América. El rosario
de perdones haría no solo inacabable el evento sino imposible su terminación
por la gran cantidad de acontecimientos que contiene la historia de la
evolución de la humanidad. La historia de la humanidad, de los Estados, pueblos
y naciones, nos demuestra fehacientemente que cada cual tiene sus propias
circunstancias.
Es obvio que un descubrimiento,
conquista, arribo, encuentro, desembarco o como le queramos llamar a lo que
ocurrió cuando el Almirante genovés Cristóbal
Colón llegó al entonces continente desconocido, el 12 de octubre de 1492 –
auspiciado por los Reyes Católicos Españoles – no fue un
encuentro fácil. Eran pueblos (el grupo
que llegaba y los habitantes originarios del nuevo
mundo), que mutuamente se desconocían y que ni siquiera se podían entender por
el lenguaje oral. El inmenso océano
Atlántico que nos dividía, a partir de ese momento y con el paso lento de los
siglos nos ha unido como una gran comunidad iberoamericana de naciones con
identidad cultural y sociológica. Si
fueron los españoles guiados por Colón los que encontraron el nuevo mundo, no fue
España la única que hizo
expediciones de conquista en el continente americano ni en otros sitios
del planeta. Muchas naciones europeas
conquistaron, dominaron y sometieron pueblos en distintas partes del
mundo. Pese a ello, sólo España ha
cargado por siglos la leyenda negra y el peso de la acusación de haber cometido
genocidio contra las poblaciones indígenas americanas. Nos hemos preguntado,
¿por qué existe, persiste y se disemina de manera constante, contra España tal acusación? Curiosamente no
se difunden “historias negras” de los otros países
que también tuvieron sus conquistas, sus encuentros y desencuentros que, como
es lógico y propio de toda obra humana, también tiene facetas difíciles, espinosas,
controversiales. Mientras los ingleses
han logrado reunir a casi todas sus antiguas colonias en la denominada “Mancomunidad de Naciones”, que en
inglés denominan “Commonwealth of
Nations” (antes se llamaba “Mancomunidad Británica de Naciones”), los países
Iberoamericanos desgraciadamente no han podido consolidar plenamente – y pese a
algunos esfuerzos – un proyecto semejante.
Es indudable que acciones como las del Presidente mexicano, alejan esa
posibilidad porque siembran el germen de la
discordia y de la desunión. No es
sensato seguir insistiendo en tales reclamos después de 500 años y añadirle –
como si fuera poco lo del genocidio – denuncias que los iberoamericanos
conquistados por España, son hijos y
descendientes de la violación de las mujeres indígenas, de sociedades creadas
al amparo del robo y del saqueo del oro, por parte de filibusteros y
aventureros que llegaron desde España. Tan inacabable reclamo hace atisbar un mal
sentimiento histórico de victimización, desdicha y tragedia que afecta la
autoestima social de las naciones iberoamericanas y les limita e impide
articular con entusiasmo y determinación constructiva – sin complejos ni
paroxismos desenfrenados – el desarrollo socioeconómico de la región.
El 12 de octubre de cada año,
observamos que frente a las embajadas de España en las capitales de las naciones de Iberoamérica, algunos
grupos protestan y hacen manifestaciones por el repetido y trillado argumento
del genocidio español en la conquista. Una fecha que debería ser de conmemoración,
reafirmación y evocación de la cultura hispánica que España nos legó, la han ido convirtiendo paso a paso, en un día de reclamos y de añejos enconos que
menoscaban el alma limpia de los pueblos. Tales protestas nos conducen a
profundos pensamientos y a necesarias reflexiones. Bastará recorrer las
naciones iberoamericanas desde el sur del Río Bravo (donde empieza México), hasta la Patagonia (Argentina), para darnos cuenta de forma
indubitable que a la fecha existen amplios grupos,
tribus e importantes poblaciones indígenas en las diversas naciones de origen
hispano, donde incluso, las huellas del mestizaje son latentes y evidentes. Si España y los españoles hubiesen masacrado
y hecho un enorme genocidio, no habría tantos grupos indígenas en Iberoamérica ni
numerosas poblaciones originarias, a las que, en algunos Estados, se les han garantizado
sus reservas territoriales. Paradójicamente, el territorio de Iberoamérica
conquistado por España, constituye una de las regiones del planeta donde hay más poblaciones
de grupos originarios e indígenas. De
manera que, ¿si hubiese ocurrido un gran exterminio y matanza de indígenas,
habría tantos grupos? No se trata de
negar los errores ni los excesos que se produjeron, es saber valorar con
serenidad los aspectos edificantes de la conquista española que sí los hubo y
que sí han llegado hasta nuestros años.
Los españoles se mezclaron con las
indígenas y por esa unión, surgió el mestizaje entre españoles y aborígenes que
tantas personas de bien y de renombre le ha dado a Iberoamérica y que es notoria
y genéticamente visible en las naciones y pueblos que fueron conquistados por España.
Los españoles les dejaron a los pueblos de Iberoamérica desde la
conquista, instituciones dignas de encomio
como el amor y respeto por la
familia, los valores éticos, morales y espirituales que han conformado desde
entonces la sociedad Iberoamericana cuyas raíces se fundan y se encuentran en
el cristianismo que trajeron los españoles y que
enseñaron y esparcieron entre los nativos.
Los conquistadores españoles nos dotaron de una lengua hermosa que ha
hecho germinar de los pueblos iberoamericanos fabulosas prosas y exquisitas poesías hechas
por escritores y poetas, que sienten que es posible una mejor creación
literaria por la maravillosa lengua castellana, que nos ha permitido,
además, consolidar una de las regiones
más grandes del planeta con identidad idiomática. Por qué vivir del rencor malsano y de resentimientos
estériles y por qué no recordar a Fray Bartolomé
de las Casas, Vasco Núñez de Balboa,
y otros españoles que se convirtieron en
defensores y protectores de los indígenas durante la conquista o en los
miles de religiosos, sacerdotes y misioneros españoles que desde hace 500 años han
hecho un apostolado de servicio social y humanista, ayudando a los aborígenes y
a los pueblos marginados de Iberoamérica.
En Estados Unidos de América los ingleses
que llegaron a buscar nuevas tierras para establecer sus familias, traían sus mujeres
y algunos hasta sus hijos por lo que generalmente no se mezclaron con los Navajos, Sioux, Creek, Cheyenne, Apaches,
Cherokee u otros grupos de nativos que habitaban en la zona que hoy
comprende dicho país. El mestizaje que
los españoles propiciaron en Iberoamérica, poco existe en Estados Unidos, así como es notorio y notable que la población de
grupos originarios quedó disminuida desde la conquista. Y si en Iberoamérica abundan los grupos
originarios y tribus indígenas, ello constituye la mejor radiografía de que – dentro de
yerros y algunos excesos – los españoles no fueron genocidas ni exterminaron
a los indígenas porque, de haberlo hecho, no existirían tantos grupos y tribus
o estarían diezmados como ocurre en Estados Unidos de América.
Los pueblos iberoamericanos deben
olvidar su encono porque los rencores profundos,
mantenidos por tantos años, no sólo trastocan el alma, sino que impiden el
progreso integral de los pueblos.
Vivamos sin complejos, pero sí con la convicción de que tenemos una
región hermosa y estupenda, de tierras fértiles y con verdor inigualable e
inacabable, de gente noble que desea prosperar.
No ataquemos a España porque
son más los lazos mágicos que nos unen a un pasado común, que las historias
negras que malsanamente se repiten y que sólo logran dividirnos de
nuestro pasado y origen común.
No sé si el poder, por aquello de que las alturas marean,
ensimisma a las personas y las lleva a cometer actos tan desafortunados y
extravagantes como el que ha hecho el Presidente
de México Andrés Manuel López
Obrador.
El consejo más sensato a los pueblos iberoamericanos es
echar a un lado, de una vez por todas y para siempre, esa llamada leyenda negra
contra España y los españoles y no difundirla ni propagarla
más
A los españoles, les digo que vivan sin complejos ni traumas, porque
como pueblo somos muchos los que habiendo nacido en un país iberoamericano,
agradecemos la herencia infinita que nos dejaron en nuestras raíces como nación
y como sociedad.
Por ello, permítanme con vuestras dispensas, hacer una cita nuestra, de
un análisis escrito y publicado el 27 de septiembre de 2017, donde expresamos
sobre España y su pueblo lo siguiente:
“Amo a España y a su pueblo. Tengo comprensibles y sobradas
razones para tan preclaro idilio. Viví y estudié el doctorado en derecho
(especializado en Derecho Constitucional) en la Universidad Complutense
de Madrid, y ello me permitió relacionarme con españoles de distintos estratos
culturales y sociales, de diferentes regiones, cultura y lugares. Pude
comprobar sin ambages que es un pueblo noble y generoso que uno fácilmente aprende
a querer. Por qué negar ese amor, si lo valioso y edificante es confesarlo,
sacarlo del alma y gritarlo, sin temor y sin complejos, que uno ama a España,
tal como está, con sus diferencias culturales por regiones, pero con la unidad
monolítica del Estado.” (ANTINORI BOLAÑOS, Italo I., “Mi amada España y el
germen de la anarquía”, publicado en “La Verdad Hispanoamérica” Fuente:
29 de marzo de 2019.
Dr. Italo Isaac Antinori Bolaños
Doctor en Derecho (Especializado en Derecho Constitucional)
Universidad Complutense de Madrid, Reino de España
Primer Defensor del Pueblo de la República de Panamá
(1997-2001)
Un analisis excelente, que lastima que aun exista personas que sus actos y actitudes demuestra lo que son. Como presidente que respeto pide o puede exigir. Ojala pueda llegar a el y los que piensan asi este documento.
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ResponderEliminarComo siempre, el distinguido amigo pone los puntos sobre las íes. Pobre México, con presidentes como el que tiene- Mediocre y lleno de odio. Caer en la Leyenda Negra, a estas alturas, es increíble.
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