domingo, 20 de diciembre de 2015

El constitucionalista complutense, Dr. Italo Antinori, hace un potente análisis de una realidad sociológica y jurídica de lo que suele ocurrir en el pequeño pero gran país caribeño: Panamá

El silencio de los anodinos

Por Italo I. Antinori B(*)

Un ex alumno nos comentó que el distinguido abogado Eloy Alfaro escribió por Twitter que parecía que en Panamá solo podían ser Magistrados de la Corte, quienes nunca han participado en la vida pública, ni han dicho nada y que solo han sido unos pusilánimes inocuos. Sobrada razón tiene el jurista Alfaro, pues el silencio de muchos abogados timoratos, se ha convertido extrañamente en una especie de “virtud”, mientras la ausencia de criterios y el de no sustentar posiciones, en un “mérito” de quienes se “agachan” para no plantear nada, para no irritar ni incitar crispaciones con una postura pública o un concepto orientador y puntual sobre un tema nacional.  Es el silencio de los anodinos que buscan evitar las iras de algunos necios para que éstos no desquiten cobardes enconos ante el osado que se atrevió a emitir una opinión jurídica, un concepto político o una crítica social.  Es una peculiar manera de aplicar feroz castigo contra el que valientemente actúa.  Es la forma ruin y mezquina de utilizar el desquite para descalificar a quien de buena fe se ha atrevido a emitir conceptos, fijar posiciones y criterios en momentos de incertidumbre. “No es controlable” “no es accesible”, “no es confiable” o “es problemático”, son los dictámenes que solemos escuchar para descalificar y anular aspiraciones o para obstaculizar a un ciudadano que, por valiente y contestatario, no les conviene.  Contrariamente, cuando son mencionados, designados Magistrados o nombrados en altas posiciones los que han navegado en el silencio complaciente o en el malabarismo jurídico propio de los que prefieren no definir ninguna posición en temas sensitivos – o los que aplican el silencio de los anodinos – las frases almibaradas y abundantes de elogios, apuntan a sostener que “es una buena decisión”, que es “un gran profesional”, “que es muy ecuánime” y no cesan las felicitaciones y aplausos para quien los nombró. Como el beneficiado nunca ha opinado, ni emitido conceptos, ni debatido públicamente temas cívicos, nadie tiene nada en su contra ni nada que objetarle. Así se cuelan los sumisos y cobardes, algunos de los cuales ya tienen despachos en las faldas del Cerro Ancón.  Éstos no han sido probados en el fragor de las grandes batallas por las ideas y en los momentos de grandes crisis y decisiones trascendentes, se escurren por el camino del miedo que les inhibe tomar posiciones puntuales y valientes. Entonces, ¿cuál es el mensaje que la sociedad lanza? ¿Será que emitir opiniones difíciles y controversiales, hechas con civismo y espíritu docente, se convierte en un estigma para cualquier aspiración? ¿Será que la valentía – cada vez más extraña – lejos de ser estimulada, se convierte en una mácula cuya sombra estropea, oprime y aísla al ciudadano valeroso? 
Panamá 19 de diciembre de 2015.

(*) El autor es Doctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y Primer Defensor del Pueblo de la República de Panamá (1997-2001)

Fuente: Publicado en el diario digital panameño "En Mayúscula": 

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