La Virtud de un buen Magistrado
Reflexiones del Dr. Italo Antinori B. (1)
Si alguien me preguntara cuál es la virtud más importante que debe tener un Magistrado de la Corte Suprema de Justicia, le diría que, si bien es cierto que vale su preparación, trayectoria y honestidad, la que más destacaría sería su valentía para no convertirse en un títere del poder, ni en una marioneta de las circunstancias, propia de los que viven en un constante malabarismo de conveniencias, arreglos y conciliábulos aviesos. La valentía es una cualidad que ningún Magistrado actual – a nuestro juicio, salvo Harry Díaz y uno, que fue mi alumno – tienen y que no ostentan todos de los 164 abogados inicialmente postulados. Cada vez es más escasa y extraña la valentía en nuestra sociedad y es una rara virtud que no se dice, pero que se constata con la trayectoria y con las actuaciones públicas de cada cual en el camino de la vida. Si bien ese coraje indómito es el que la nación reclama, es precisamente al que los políticos más le temen porque no podrían "controlar" a su conveniencia y para sus mezquinos intereses, a quien ostente tan destacada cualidad. Nadie duda de la buena intención del Pacto de Estado por la Justicia, en pretender seleccionar a los mejores, pero si bien la falta de consulta e imposición de Ricardo Martinelli produjo el nefasto nombramiento de Moncada Luna – al que fui uno de los pocos en oponerme públicamente en el 2009 – con la aplicación del Pacto de Estado, durante el gobierno de Martín Torrijos, se produjo la designación de Víctor Benavides. Y ambos Magistrados salieron de forma deshonrosa de la Corte. Entonces, ¿dónde fallamos? Es indudable que los cargos públicos de importancia nacional – y en particular el de Magistrado de la Corte – requieren no solo ese "perfume" de transparencia (que muchos piden y que algunos dirán que ostentan y que es un elemento tan subjetivo), sino una credencial de valentía para atreverse a tomar las decisiones justas, correctas y con sometimiento a la constitución y a la ley, aunque éstas irriten al poder político. ¿De qué le sirve a la nación un "almidonado" personaje, si cuando debe tomar decisiones trascendentales no se atreve o es sumiso o complaciente con el poder o los poderosos? La valentía es una credencial moral de la que pocos hablan – y que casi nadie exige como talante particular del aspirante – y que muy pocos podrán exhibir en su currículo y en la historia de sus propias trayectorias.
17 de noviembre de 2015.
(1) El autor es Doctor en Derecho (especializado en Derecho Constitucional) por la Universidad Complutense de Madrid y Primer Defensor del Pueblo de la República de Panamá (1997-2001)
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