LA DEFENSORÍA DEL
PUEBLO DE LA REPÚBLICA DE PANAMÁ Y EL ESFUERZO DE UN GRAN DEFENSOR
Lcda. Xenia Solís Bravo
Abogada
2 de febrero de 2000. Ese fue el día
que entré por primera vez en las primeras oficinas de la Defensoría del Pueblo
de la República de Panamá. El sitio, para ser una oficina pública, era
impresionantemente limpio y funcional. Tenía el aspecto de un banco
privado. Sin embargo, todos los funcionarios que me atendieron, la
mayoría jóvenes estudiantes de Derecho como lo era yo en esos momentos, lo
hicieron de manera atenta, eficiente y diligente. Allí en recepción se
tomaban las quejas de las personas que acudían personalmente. Una vez se
les tomaban los datos y se escuchaba su problema, se les daba un documento con
el número de ingreso de la queja y se les brindaba orientación adicional.
Señoras de mantenimiento pasaban revista de los baños cada 15 minutos.
Había un garrafón de agua embotellada disponible para el público, café, té y
galletas. Quienes allí esperaban para presentar una queja eran primero
atendidos por una diligente y agradable funcionaria quien les escuchaba
atentamente.
Gracias al envío de una hoja de vida
a un apartado postal, fui llamada para laborar en la Defensoría del Pueblo de
la República de Panamá, bajo la excelente y única gestión del Primer Defensor
del Pueblo, Dr. Italo Isaac Antinori Bolaños, quien me dio la oportunidad, increíble
y maravillosa para mí, de formar parte de aquél bastión de lucha por los
derechos humanos de los panameños. El Dr. Antinori ha sido un gran
maestro para todos los que tuvimos el honor de trabajar con él y hacer
historia, como precursor de la institución en Panamá. No sólo aprendimos
de él en los temas del derecho, sino en lo más importante. Aprendimos con
su ejemplo, a tener una mística de trabajo por la defensa de los intereses de
los más necesitados en este país.
Todos saben que el Dr. Italo Antinori
fue el Primer Defensor del Pueblo de la República de Panamá. Todos saben
que es un hombre independiente, contestatario, de fuerte personalidad, así como
de carácter, además de polémico y valiente. Pero pocos saben todo lo que
tuvo que pasar para que las primeras oficinas de la Defensoría del Pueblo
pudieran ser abiertas. Los esfuerzos por sacar adelante la institución
comenzaron desde que tomó posesión como Primer Defensor del Pueblo de la
República de Panamá, momento en el cual comenzaba a contar el término de seis
meses que, decía la Ley N° 7 de 5 de febrero de 1997, tenía para montar las
oficinas de la institución. Pero, dada su independencia de criterio, que
siempre ha sido una característica de la recia personalidad del Dr. Antinori,
el gobierno de entonces no le brindó los recursos necesarios para instalar y
organizar la institución, y esos primeros 6 meses tuvo que trabajar desde su
casa. La labor fue titánica. El presupuesto le fue otorgado por
dicho gobierno cuando ya era muy tarde para contratar bienes y servicios y
debido a la presentación en casa del Primer Defensor del Pueblo, del entonces
Subsecretario de Estado de Estados Unidos, John Hamilton, en septiembre de
1997. No obstante, el Dr. ltalo Antinori Bolaños aportó dinero de su
peculio famillar para instalar unas estupendas oficinas que por su orden y
diseño óptimo, y con las últimas tecnologías, fueron destacadas como ejemplo
para toda Latinoamérica. Esa cuenta de gastos jamás se la ha cobrado al
Estado. El orden característico del Dr. Antinori también se vio reflejado
en el eficiente funcionamiento de la Defensoría del Pueblo. Dejó una
institución eficaz, con todos sus procedimientos instaurados y que funcionaban
impecablemente. Y eso que solo contaba con un presupuesto de 2.7 millones
de dólares, mucho menos en comparación con el presupuesto que ahora ostenta la
institución y, a pesar de ello, la oficina ha perdido su fuerza. Me
asombra cuando ahora veo la inacción de la Defensoría del Pueblo y pienso en
que yo fui testigo de la austeridad de la administración del Dr. Antinori para
gastos desmedidos con el fin de poder utilizar los recursos en publicaciones,
en la investigación de las quejas y en la atención del público. Una de
sus valiosas ejecutorias en la Defensoría del Pueblo fue la campaña de
educación en valores y de los derechos humanos de las personas que llevó
adelante durante todo el tiempo que estuvo a cargo de la institución y, a pesar
que en su momento recibió críticas, todavía hoy todos esos libros y campañas,
son referencia obligada en materias como los derechos y garantías fundamentales,
la ecología y el medio ambiente y la salud. Recuerdo muy bien que, quien
sucedió al Dr. Antinori en el cargo de Defensor del Pueblo pidió más de una
auditoria a la Contraloría General de la República y en todas se demostró la
rectitud y honradez de la gestión del Dr. Antinori. Tanto así que tengo
entendido que los auditores de la Contraloría pidieron que no les hicieran perder
más tiempo con dichas auditorias… Y a pesar del pequeño presupuesto y de
los constantes ataques de políticos y los poderosos económicamente, incómodos
por sus pronunciamientos a favor de los derechos de las personas, el Dr.
Antinori nunca eludió sus funciones, jamás dejó de atender una queja o de
investigar de oficio situaciones irregulares. Para luchar por el pueblo,
no le detenían ni le han detenido nunca consideraciones políticas ni
económicas; solo le movían su fe hacia Dios, el amor al prójimo y la convicción
de que las personas debían sentir sus ansias de justicia saciadas.
Algunas voces malintencionadas y con matices de índole político, le atacaban
señalando que tenía “ansias de figuración”, de “querer meterse en todo”.
Pero no se trataba de eso, sino de que la Defensoría del Pueblo está para
atender a la gente en cada una de sus quejas. Siempre nos decía a todos
sus colaboradores que nosotros éramos los abogados del pueblo y que al menos
las personas debían sentirse bien tratadas en la Defensoría del Pueblo, que es
su casa, pues es la institución creada precisamente para que, quienes no tienen
voz, la tuvieran. A todos nos enseñó una mística de trabajo que predicaba con
el ejemplo. Y es que, en esa brega llena de amor por la gente y por reivindicar
sus luchas, el Dr. Antinori era incansable. Secretarias y asistentes teníamos
que turnarnos. Nos íbamos a dormir y él continuaba trabajando. Llegábamos a la
mañana siguiente y allí estaba todavía. Ni siquiera se detenía aunque su salud
se viera comprometida. Hoy quiero compartir algo que nunca olvidaré
y que guardo como un recuerdo permanente. Eran tantas las quejas que se
recibían, que el Dr. Antinori tenía que firmar cientos de expedientes
diariamente con las resoluciones de admisión y demás. Él leía todas y
cada una de la páginas de cada expediente y las firmaba una por una.
Fueron varias las veces que permaneció hasta cinco o seis días en la
institución donde tenía instalado un modesto baño completo con ducha.
También había un disimulado closet, donde su esposa le tenía ropa para
cambiarse y artículos de limpieza y aseo personal. Su esposa, la Dra.
María Eugenia B. de Antinori tenía que ir a verle y llevar a su hija María del
Mar y al recién nacido Gian Piero, para que vieran a su papá. Y no fue
una la noche en que María del Mar (quien se había aprendido los números de
teléfono) llamaba a la Defensoría del Pueblo, llorando porque quería ver a su
padre. Me correspondió varias veces irla a buscar a la casa y llevarla
hasta el despacho de su padre, donde jugueteaba mientras éste revisaba
expedientes. Cuando se cansaba se dormía en un sofá de la oficina del
Defensor y éste le ponía como manta su propio traje (la parte superior de su
saco). No fue una la ocasión en que funcionarios de la institución vimos
al Dr. Italo Antinori, salir de la oficina rumbo a su automóvil a las siete y
treinta de la mañana (rumbo a su casa y para regresar en dos horas) llevando,
al hombro, cargada a su hija María del Mar. ¡Eso era vocación y mística
de servicio y entrega a la causa de la justicia!
Y así lo aprendimos todos, a tratar
con especial atención y con denodada justicia y solidaridad hacia el prójimo,
cada queja y cada problema que nos presentaban las personas. Siempre
recuerdo con especial cariño la gira de trabajo y de asistencia médica que el
Dr. Antinori coordinó junto con su esposa, la Dra. María Eugenia Barnett de
Antinori, a un olvidado poblado indígena ubicado en Rambala, en Chiriquí
Grande, Bocas del Toro. Fueron mis propias compañeras de trabajo,
profesionales del derecho y de otras carreras, quienes con mucho amor lavaron
las cabezas de los niños indígenas para aplicarles los medicamentos contra
piojos y otras enfermedades. Y lo hicieron sin ningún rictus ni ningún
tipo de oposición ni aversión. Al contrario, el entusiasmo de todos era
palpable. Enseñanzas como esa resultaron valiosísimas en la formación de
mi carácter personal y profesional. Esta acción y otras más de su
excelente labor, pueden apreciarse hoy día en Youtube. Sobre el caso de
Rambala, Bocas del Toro, puede verse: http://www.youtube.com/watch?v=bwZXutyMYtY Nada le detenía cuando se trataba de cumplir con sus funciones, de hacer su
trabajo de la mejor manera. Aquella ocasión en la que inició delicadas e
importantes reuniones para lograr la liberación de Nicolás Pérez, panameño
secuestrado por el grupo insurgente de Colombia, el Ejército de Liberación
Nacional (ELN), muchas personas le preguntamos por qué lo hacía, sabiendo el
peligro que representaba para su vida y que corría ese riesgo tan grande de
dejar viuda a su esposa y huérfanos de padre a sus dos hijos aún muy pequeños.
Nos manifestaba que lo sabía y que eso le preocupaba mucho, pero que tenía que
hacerlo, que ese era su deber como Defensor del Pueblo y que no podía él
también, abandonar a ese panameño al que ya habían abandonado todas las
autoridades del Gobierno que debían haber hecho algo por él. Y con empeño,
dedicación, y mucha inteligencia, logró convencer al grupo guerrillero, que le
entregaran al señor Pérez. Y eso nos llena de orgullo y de admiración, porque
alguien que tuvo la inteligencia y la sagacidad suficiente para lograr
convencer a un feroz grupo guerrillero colombiano, de que le entregaran a un
panameño olvidado por el gobierno de entonces, como un acto humanitario, no
cabe duda que debe ser una persona sabia y valiente. (Ver: http://www.youtube.com/watch? v=4_vX2pk8vTo)
Todo cambió una vez terminó la
gestión del Primer Defensor del Pueblo. Los siguientes Defensores del
Pueblo se han caracterizado por la inacción, la apatía y el tratamiento con un
sesgo político de algunos temas. Me uno a las palabras del Ing. Cristóbal
Silva, quien escribió tanto en el Diario Panamá América como en La Opinión de
Panamá (20 de julio de 2013) Ver: https://www.panamaamerica.com.pa/opinion/quien-defiende-al-pueblo-889059 sobre este tema y señaló que “después del Primer
Defensor, Italo Antinori, la actuación de la Defensoría exhibió poca capacidad
para cumplir el papel que le asigna la Ley 7. Los defensores escogidos no han
sido muy efectivos ante las situaciones que exigían una participación
activa.” Luego de la excelente y notable administración del Dr. Italo
Antinori, no ha habido otro Defensor del Pueblo. Como él ha manifestado,
los políticos al principio no sabían lo que significaba la institución.
Luego la conocieron tanto que la capturaron para apagarla y restarle fuerza.
El abogado que sucedió al Dr. Antinori en el cargo como Defensor
del Pueblo, por ejemplo, promovió cambios en la Ley de la Defensoría del Pueblo
que la hicieron vulnerable a los lineamientos de la Asamblea Nacional de
Diputados, una institución eminentemente política. Además, borró la memoria
histórica de la institución; quitó la página Web (que fue hecha por el
Dr. Antinori con la colaboración de los funcionarios de la institución y no
costó ninguna jugosa consultoría) junto con toda la valiosa información de las
quejas que allí se publicaban; eliminó el logo original; destituyó funcionarios
que habíamos sido capacitados para el trabajo y, además, mencionar el nombre de
Italo Antinori era casi motivo de destitución. En fin, que en todos los
sentidos bajó el perfil de la oficina. A partir del segundo Defensor del
Pueblo todos los siguientes continuaron en esa inacción, en gestiones
refrigeradas y en actividades en salones de hotel que nada tienen que ver con
la atención directa a las quejas de las personas que hacía el Primer Defensor
del Pueblo en sus giras de trabajo por el país y en sus reuniones para atender
personalmente muchos de los temas que le planteaban.
Como parte de su equipo de trabajo,
pudimos acompañarle por todo el país, por cuanto realizaba giras para irradiar
la institución en la población y para verificar y dar solución a los
graves problemas sociales que encontraba por todas partes. Y una de las cosas
que más admiro en el Dr. ltalo Antinori Bolaños es esa sinceridad y el interés
con el que trató cada caso y con el que atendió a cada persona que acudía a él.
Con su inteligencia, podía encontrarle alguna solución a las quejas que le
presentaban, pero fueron tantas las veces en que encontró mucha reticencia y
entorpecimiento por parte de las autoridades gubernamentales, a veces solo por
el prurito de darle la contra a la persona del Dr. Antinori porque creían que
les adversaba de manera política, cuando éste lo que quería era una solución
para quien le había puesto la queja. Muchos de estos funcionarios públicos,
solo con el paso del tiempo y al ver la inacción de sus sucesores, fue que
pudieron comprender sus actuaciones como Primer Defensor del Pueblo. Muchos
ahora han entendido que al Dr. Italo Antinori Bolaños no le interesan ni le
detienen amarres políticos, ni económicos ni de clase social, que lo que
siempre le inspiró, tanto en su paso por la Defensoría del Pueblo como en su
vida personal y profesional, es el logro de la justicia para quienes la
necesitan, sin importar a qué grupo responde o pertenece.
Dicha desidia e inercia de los siguientes
Defensores, que ha llegado a puntos escandalosos porque hemos conocido las
actuaciones sometidas a investigación por parte de la recién separada Patria
Portugal, nos deja hoy ante una institución que, lamentablemente, ha perdido el
camino y la identidad. El pueblo panameño se merece que la Defensoría del
Pueblo de la República de Panamá vuelva a ser bastión y cobijo a favor de los
derechos humanos. Nos merecemos que la institución vuelva a ser
respetada, que vuelva a gozar de rectitud y transparencia y que sea columna de
lucha contra la corrupción, tal como la dejó funcionando Italo Antinori Bolaños: un
gran Defensor del Pueblo.
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