lunes, 7 de diciembre de 2009

Miguel Antonio Bernal o la conciencia nacional - Artículo del Dr. Italo Antinori Bolaños, publicado en el Diario La Prensa de Panamá el 24 de julio de 2001

 

Panamá, 24 de julio de 2001

 Miguel Antonio Bernal o la conciencia nacional


Italo Isaac Antinori Bolaños

Desde que empezaba mi carrera de derecho en 1976, ya el nombre de Miguel Antonio Bernal, nos resultaba familiar. Y aunque entonces no le conocía, sabía que no había lucha cívica por la justicia, por la defensa de los derechos humanos o por las libertades democráticas, en las que no estuviese presente como uno de sus más entusiastas activistas.

Todavía recuerdo cuando algunos años después, tuvo que hacer su conocido programa Alternativa en plena calle y con un megáfono frente a la Escuela República de Venezuela, porque los factores reales de poder se lo habían cerrado. Tampoco puedo olvidar su brillante participación, cuando un grupo de abogados creamos el Frente Nacional por el No (FRENO), para oponernos a las contraproducentes reformas constitucionales de 1992.

Desde 1976 y hasta el presente, han transcurrido 25 años en los que he sido testigo de innumerables luchas cívicas que han librado por la defensa de los derechos humanos. En estos años, no ha desperdiciado tiempo, ocasión, ni tribuna, para defender las libertades democráticas. Por este permanente compromiso ha sufrido exilios, golpizas, detenciones arbitrarias, insultos y las conocidas infamias que le suelen hacer a quienes no son dóciles con el sistema y por tanto, tampoco toleran ese germen cochambroso que corroe a la sociedad iberoamericana y que Arturo Uslar Pietri en Golpe y Estado en Venezuela, llamaba la “cultura de la corrupción”.

Hace pocos días, el Gobierno de Francia condecoró al Dr. Bernal, por sus sobresalientes méritos culturales y por su defensa de los derechos humanos, con la orden de las “Palmas Académicas” con el grado de Comendador. Esta es la más prestigiosa distinción cultural francesa creada por Napoleón y que también se conoce como la “Legión Violeta”. Darle a Miguel Antonio Bernal esta condecoración, ha sido un verdadero acierto que la República de Francia le hace a un gran panameño que, con sus luchas y trayectorias, con su valentía y con su ausencia de temor, nos ha legado un ejemplo de tenacidad y nos ha enseñado y nos enseña cada día, cómo debemos luchar, con ahínco y vehemencia, por las libertades democráticas de nuestro pueblo.

Me he preguntado muchas veces ¿qué sería de nuestras generaciones sin el ejemplo de ciudadanos y ciudadanas valientes que libran duras batallas por grandes ideales de justicia? Seguramente —y tal como lo definió Manuel Celestino González en aquella inolvidable columna de diciembre de 1951 que denominó “Aliento y consejo”— nuestra sociedad sería “un zanjón lodoso en círculo desesperante de caballo trapichero”. Con Miguel Antonio Bernal se podrá disentir en métodos, formas y con alguno que otro criterio u opinión, pero no podrá dejársele de admirar su preclara inteligencia, valentía, perseverancia y su compromiso permanente con la democracia y los derechos humanos.

Me ha agradado saber que algunos han expresado su satisfacción por tan merecida distinción, pero también he comprobado el rotundo silencio de quienes han pretendido ocultar la importancia de tan especial reconocimiento, que no sólo distingue al Dr. Bernal sino que, por su intermedio, también a nuestro país. ¿Será que el mérito —como decía Concepción Arenal en La Beneficencia, la Filantropía y la Caridad— no se ve bien cuando está demasiado cerca?

No debemos ser mezquinos ni escamotearle al Dr. Bernal sus excepcionales méritos, sobre todo porque debemos ser solidarios con quien ha defendido y continúa defendiendo, por principios, por vocación y formación humanista, los derechos fundamentales de la sociedad. No debemos callar cuando se premia a nuestros valores. Exaltarlos y reconocerlos es también un deber cívico, es fomentar una conciencia nacional y es un ejemplo en cuanto al modelo a seguir para rescatar a la patria de la corrupción, el vicio y la trampa, y conducirla por grandes alamedas de progreso moral, educativo, social y económico.

En un país donde la norma parece que es guardar silencio ante los merecimientos y triunfos de las personas —y en algunos casos se ha pretendido el robo descarado de los méritos ajenos— hago pública mi satisfacción y mi felicitación para el Dr. Miguel Antonio Bernal. Creo que nadie más indicado, ni más merecedor que él, para recibir tan prestigiosa distinción. Y es que, como decía el genial y admirado Miguel de Unamuno en Diario Intimo, al librepensador osado, al demoledor, al que rechaza toda norma y toda tradición, le maldicen unos y otros le aplauden, pero en el fondo, le admiran todos.

El autor es doctor en Derecho y ex defensor del pueblo

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