Una, dos y tres reflexiones por la Patria
Dr. Italo Isaac Antinori Bolaños (*)
Es
imprescindible hacer algunas reflexiones. Por ahora, solo tres, quizás después
nacerán otras… Primera reflexión: Es fundamental que en todo
Estado exista el periodismo libre, sin cortapisas ni censuras, ejercido de
forma respetuosa y valiente, pero apegado a la verdad y sin afectar honras ni
la dignidad humana – no importa la orientación que tenga – para que la información
fluya libremente y los ciudadanos podamos ejercer algún tipo de control sobre
los actos de los servidores públicos. El control se ejerce de distintas
maneras, formas y sentidos. Una de ellas apunta a la responsabilidad moral y
política que ocurre cuando la sociedad reprueba masivamente la conducta del
funcionario público, creando una presión sistemática sobre las estructuras del
poder, tal cual fue el caso del ex Magistrado Alejandro Moncada Luna. El servicio público requiere una
formación y exige una actuación muy particular y transparente de modo que no se
generen dudas sobre la gestión que se ejerce, ni en el ámbito o esfera pública,
ni en las actuaciones privadas. Ser funcionario público es un servicio a la
nación y un apostolado para con la Patria… Requiere la abstención de
acciones, gustos, ocio y actuaciones que en la vida privada se podrían hacer
sin mayores consecuencias. Cuando se ostenta un cargo público – sobre todo
cuando es de relevancia – hay que ser cuidadosos y suspicaces para que una actuación
que se asuma, no pueda ser interpretada como un hecho derivado de una actuación
deshonesta, ligada a la corrupción o al enriquecimiento ilícito. Le
corresponde, de inmediato, al Servidor Público, hacer las
explicaciones y dar amplias satisfacciones y pruebas de su conducta, siempre y
cuando ella, no haya sido ejecutada con dolo, corrupción o protervia y no quede
un ápice de duda. Por ello, al generarse la crítica, el funcionario debe
explicar de inmediato, sin soberbia, irreverencia ni menosprecio, intentando
que no quede rastro de dudas sobre lo que hizo o pudo haber hecho y cuál es la
justificación lógica de su actuación de modo que se aclare si en verdad lo
realizado está alejado de cualquier acto de corrupción. Lo que no debe
hacer es callar, con un silencio petulante, porque ello equivale a
dibujar con su actitud, lo poco que le importa lo que opine o piense el pueblo…
Y resulta que cuando se es Servidor Público el empleador es el pueblo a
quien se deben satisfacciones y amplias explicaciones o aclaraciones de una
conducta de modo que no queden dudas, ni tampoco perplejidades que apunten a
señalar o configurar acciones aviesas. Es la aclaración y explicación
oportuna, hecha de forma amplia y no mezquina, la que se impone como un deber,
de modo que supere cualquier duda. Segunda reflexión, hemos
de coincidir en que no es el confeso ex Magistrado de la Corte Suprema de
Justicia de Panamá, Alejandro Moncada
Luna, el único corrupto en el servicio público. Si bien Moncada ha sido, es
y será una vergüenza nacional, su condena como delincuente confeso – después de
un publicitado proceso penal – hace más exigible una conducta rectilínea de los
servidores públicos en general, para que sus acciones sean apegadas a la
Constitución y a la Ley y no haya desviaciones o veleidades propias de las
esferas del poder. Tal como hemos sostenido en repetidas ocasiones y como un
ejemplo especifico – a la fecha, la configuración de la Corte Suprema de
Justicia, es un nauseabundo lodazal de inmundicias, que desde hace años
ansiamos que se limpie para el bienestar el país. No olvidemos que así lo
han reconocido al menos tres de sus Magistrados en distintos momentos. En
1985, nuestro apreciado profesor de la licenciatura en derecho (Facultad de
derecho de la Universidad de Panamá, 1976), Camilo O. Pérez, lo
denunció cuando, siendo Magistrado de la Corte Suprema de Justicia, dijo
púbicamente que en Panamá “la justicia es un potrero lleno de garrapatas”.
Veinte años después, en el 2005, también lo hizo el entonces Magistrado Adán
Arnulfo Arjona y recientemente, en el 2014 en enero de 2016, lo ha hecho
valientemente el Magistrado de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, Harry
Díaz. Los tres crearon una turbulencia moral y ética en Panamá, pero
más allá de esa perturbación social y conjunto de reproches más dirigido a los
que hablaron que a los granujas, no ocurrió nada porque – aun sin deponer la
lucha – hemos de reconocer que los conciliábulos, maquinaciones y tentáculos de
los poderes fácticos, por ahora, imponen su voluntad sobre la de la inmensa
mayoría del pueblo, que está pidiendo a gritos – tanto en Panamá como en muchos
otros países – cambios, renovación y regeneración y un sentido diferente de
entender la organización del Estado, porque saben muy bien que el modelo está
agotado, asfixiado y parece haber llegado, indubitablemente, a su fin. Comprenden
que hay que hacer algo, pero aún no identifican cuál exactamente es la forma, el mecanismo y cómo se deberían
articular las cosas para lograr tan alto objetivo. Tercera
reflexión, debemos insistir en que realmente los pueblos tienen lo que
se merecen, lo que quieren o lo que mayoritariamente escogen. Si bien
esas son las reglas básicas de la democracia electoral, no es menos cierto que
a cada generación le corresponde el compromiso y el deber de luchar para y por
la verdad y la justicia. No es un asunto de partidos ni de grupos
de presión, ni de colectivos sociales. Esos tintes diversos quizá nos
dividen de un objetivo mucho más profundo y concreto que apunta hacia la
reforma del Estado y la sumatoria de ciudadanos con sentimientos y convicciones
diferentes en el escenario nacional. Es un asunto de convicción íntima y
profunda, es la voluntad de unirnos para producir una reforma profunda e
integral del Estado, de modo que todos los vicios e ineficacias estructurales
puedan ser reparadas, corregidas y las grietas que se divisan en el edificio
del Estado, sean reparadas sin mayor dilación. Por tanto, no hay duda
alguna de que, si los que queremos un amanecer diferente decidiéramos unirnos
fraternalmente, en un proyecto diferente con ciudadanos realmente honestos que
tengan el apostolado social por la Patria y ajenos de los políticos
tradicionales, alejando el egoísmo y acercando el amor por la patria,
pudiéramos abrir las grandes alamedas para un país diferente. No es ser
de derechas, centro ni ser de izquierdas, es una unión maravillosa de
compromisos comunes, alrededor de un grupo de ciudadanos diferentes y
convencidos… Basta sólo con unirnos. Bastará solo con no robar, ni animar
corruptelas, solo se trata de actuar con absoluta honestidad y buscar el
bienestar común. Definitivamente que bastará sólo con una voluntad
decidida, para poder hacerlo…
29
de marzo de 2016.
(*) El autor es Doctor en Derecho (Especializado en
Derecho Constitucional) por la Universidad Complutense de Madrid, Reino de
España y Primer Defensor del Pueblo de la República de Panamá (1997-2001)
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