martes, 29 de marzo de 2016

Profundas reflexiones del Doctor en Derecho Constitucional por la Universidad Complutense de Madrid, Dr. Italo Antinori Bolaños, Primer Defensor del Pueblo de Panamá, sobre el verdadero sentido y función de un servidor público y la labor de los medios de comunicación

Una, dos y tres reflexiones por la Patria
Dr.  Italo Isaac Antinori Bolaños (*) 
Es imprescindible hacer algunas reflexiones. Por ahora, solo tres, quizás después nacerán otras… Primera reflexión: Es fundamental que en todo Estado exista el periodismo libre, sin cortapisas ni censuras, ejercido de forma respetuosa y valiente, pero apegado a la verdad y sin afectar honras ni la dignidad humana – no importa la orientación que tenga – para que la información fluya libremente y los ciudadanos podamos ejercer algún tipo de control sobre los actos de los servidores públicos. El control se ejerce de distintas maneras, formas y sentidos. Una de ellas apunta a la responsabilidad moral y política que ocurre cuando la sociedad reprueba masivamente la conducta del funcionario público, creando una presión sistemática sobre las estructuras del poder, tal cual fue el caso del ex Magistrado Alejandro Moncada Luna.  El servicio público requiere una formación y exige una actuación muy particular y transparente de modo que no se generen dudas sobre la gestión que se ejerce, ni en el ámbito o esfera pública, ni en las actuaciones privadas. Ser funcionario público es un servicio a la nación y un apostolado para con la Patria… Requiere la abstención de acciones, gustos, ocio y actuaciones que en la vida privada se podrían hacer sin mayores consecuencias. Cuando se ostenta un cargo público – sobre todo cuando es de relevancia – hay que ser cuidadosos y suspicaces para que una actuación que se asuma, no pueda ser interpretada como un hecho derivado de una actuación deshonesta, ligada a la corrupción o al enriquecimiento ilícito. Le corresponde, de inmediato, al Servidor Público, hacer las explicaciones y dar amplias satisfacciones y pruebas de su conducta, siempre y cuando ella, no haya sido ejecutada con dolo, corrupción o protervia y no quede un ápice de duda.  Por ello, al generarse la crítica, el funcionario debe explicar de inmediato, sin soberbia, irreverencia ni menosprecio, intentando que no quede rastro de dudas sobre lo que hizo o pudo haber hecho y cuál es la justificación lógica de su actuación de modo que se aclare si en verdad lo realizado está alejado de cualquier acto de corrupción.  Lo que no debe hacer es callar, con un silencio petulante, porque ello equivale a dibujar con su actitud, lo poco que le importa lo que opine o piense el pueblo… Y resulta que cuando se es Servidor Público el empleador es el pueblo a quien se deben satisfacciones y amplias explicaciones o aclaraciones de una conducta de modo que no queden dudas, ni tampoco perplejidades que apunten a señalar o configurar acciones aviesas.  Es la aclaración y explicación oportuna, hecha de forma amplia y no mezquina, la que se impone como un deber, de modo que supere cualquier duda.  Segunda reflexión, hemos de coincidir en que no es el confeso ex Magistrado de la Corte Suprema de Justicia de Panamá, Alejandro Moncada Luna, el único corrupto en el servicio público. Si bien Moncada ha sido, es y será una vergüenza nacional, su condena como delincuente confeso – después de un publicitado proceso penal – hace más exigible una conducta rectilínea de los servidores públicos en general, para que sus acciones sean apegadas a la Constitución y a la Ley y no haya desviaciones o veleidades propias de las esferas del poder. Tal como hemos sostenido en repetidas ocasiones y como un ejemplo especifico – a la fecha, la configuración de la Corte Suprema de Justicia, es un nauseabundo lodazal de inmundicias, que desde hace años ansiamos que se limpie para el bienestar el país.  No olvidemos que así lo han reconocido al menos tres de sus Magistrados en distintos momentos.  En 1985, nuestro apreciado profesor de la licenciatura en derecho (Facultad de derecho de la Universidad de Panamá, 1976),  Camilo O. Pérez, lo denunció cuando, siendo Magistrado de la Corte Suprema de Justicia, dijo púbicamente que en Panamá “la justicia es un potrero lleno de garrapatas”. Veinte años después, en el 2005, también lo hizo el entonces Magistrado Adán Arnulfo Arjona y recientemente, en el 2014 en enero de 2016, lo ha hecho valientemente el Magistrado de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, Harry Díaz.  Los tres crearon una turbulencia moral y ética en Panamá, pero más allá de esa perturbación social y conjunto de reproches más dirigido a los que hablaron que a los granujas, no ocurrió nada porque – aun sin deponer la lucha – hemos de reconocer que los conciliábulos, maquinaciones y tentáculos de los poderes fácticos, por ahora, imponen su voluntad sobre la de la inmensa mayoría del pueblo, que está pidiendo a gritos – tanto en Panamá como en muchos otros países – cambios, renovación y regeneración y un sentido diferente de entender la organización del Estado, porque saben muy bien que el modelo está agotado, asfixiado y parece haber llegado, indubitablemente, a su fin. Comprenden que hay que hacer algo, pero aún no identifican cuál exactamente es  la forma, el mecanismo y cómo se deberían articular las cosas para lograr tan alto objetivo.  Tercera reflexión, debemos insistir en que realmente los pueblos tienen lo que se merecen, lo que quieren o lo que mayoritariamente escogen.  Si bien esas son las reglas básicas de la democracia electoral, no es menos cierto que a cada generación le corresponde el compromiso y el deber de luchar para y por la  verdad y la justicia.  No es un asunto de partidos ni de grupos de presión, ni de colectivos sociales.  Esos tintes diversos quizá nos dividen de un objetivo mucho más profundo y concreto que apunta hacia la reforma del Estado y la sumatoria de ciudadanos con sentimientos y convicciones diferentes en el escenario nacional.  Es un asunto de convicción íntima y profunda, es la voluntad de unirnos para producir una reforma profunda e integral del Estado, de modo que todos los vicios e ineficacias estructurales puedan ser reparadas, corregidas y las grietas que se divisan en el edificio del Estado, sean reparadas sin mayor dilación.  Por tanto, no hay duda alguna de que, si los que queremos un amanecer diferente decidiéramos unirnos fraternalmente, en un proyecto diferente con ciudadanos realmente honestos que tengan el apostolado social por la Patria y  ajenos de los políticos tradicionales, alejando el egoísmo y acercando el amor por la patria, pudiéramos abrir las grandes alamedas para un país diferente.  No es ser de derechas, centro ni ser de izquierdas, es una unión maravillosa de compromisos comunes, alrededor de un grupo de ciudadanos diferentes y convencidos… Basta sólo con unirnos.  Bastará solo con no robar, ni animar corruptelas, solo se trata de actuar con absoluta honestidad y buscar el bienestar común.  Definitivamente que bastará sólo con una voluntad decidida, para poder hacerlo
29 de marzo de 2016.
(*) El autor es Doctor en Derecho (Especializado en Derecho Constitucional) por la Universidad Complutense de Madrid, Reino de España y Primer Defensor del Pueblo de la República de Panamá (1997-2001)



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