jueves, 25 de julio de 2013

El constitucionalista complutense y Primer Defensor del Pueblo de la República de Panamá, Dr. Italo Antinori Bolaños, se refiere a la situación actual de la Defensoría del Pueblo de Panamá y a su lucha por crear y establecer la institución.

– Memoria histórica que quizá conviene recordar –
¿Cómo hicimos para crear y establecer la Defensoría del Pueblo en la República de Panamá?

Reflexiones del Dr. Italo Isaac Antinori Bolaños, Primer Defensor del Pueblo de la República de Panamá y fundador de la institución en Panamá, frente  a los momentos críticos y vergonzosos que ha vivido la Defensoría del Pueblo.
 
Poco tiempo antes de terminar mi período como Primer Defensor del Pueblo de la República de Panamá, escribí un artículo de opinión denominado “¿Cómo fui elegido Defensor del Pueblo? que fue publicado en el Diario “La Prensa” el  5 de marzo del 2001, y reproducido por "La Verdad Hispanoamérica" en la siguiente dirección: http://laverdadhispanoamerica.blogspot.com/2013/07/como-fui-elegido-defensor-del-pueblo.html .  En estos días de julio del 2013 y frente a lo que vergonzosamente ha ocurrido en la Defensoría del Pueblo de la República de Panamá, quizá conviene recordar – sin ninguna otra pretensión que rescatar la memoria histórica – los pasos que dimos para instalarla y así sacar conclusiones y cada cual sus propias reflexiones.  Por ello, debajo del presente escrito, encontrarán el precitado artículo que escribimos en marzo del 2001, el cual podrán analizar. Asimismo, a continuación de dicho artículo, también encontrarán la noticia histórica,  publicada entonces también por el Diario “La Prensa” – elaborada por el distinguido periodista y docente Hermes Sucre Serrano – que nos da cuenta de la visita que hizo John Hamilton, quien en esos momentos era el Subsecretario de Estado de Estados Unidos, a nuestra residencia en el mes de septiembre de 1997 (donde funcionó y nació la institución durante los primeros seis meses, porque no nos dieron oficinas).
Lo que ha ocurrido en la Defensoría del Pueblo es muy doloroso, triste y desafortunado.  Para el suscrito tiene una dimensión particular por cuanto, como Primer Defensor del Pueblo de la República de Panamá nos correspondió – por designios del Altísimo – crear e instalar dicha institución en el país en el año de 1997.  Con la conciencia en paz por haber cumplido con el deber para con Dios y para con la Nación, salí de la institución – que dirigí de manera transparente – el día que terminó mi período en abril del 2001.  Ni siquiera se me ocurrió ni tampoco intenté presentarme a la reelección – aunque por mandato de la ley podía haberlo hecho por un período adicional – porque sabía que los políticos tradicionales, al terminar mi período, ya conocían demasiado de la institución y habían decidido capturarla… Consciente de que, como en toda obra humana había cometido errores y aciertos, entregué la institución a mi sucesor de forma decente y honorable, como debía corresponder, porque sentía la satisfacción de haber cumplido plenamente con mi deber al dejar una institución completamente creada, –  casi que sin recursos – en lo físico, en lo administrativo, en el procedimiento y tratamiento de las quejas y con una trayectoria completamente independiente del poder político y así lo demostramos con nuestras actuaciones.  Los analistas u oficiales de quejas que atendían al pueblo, quedaron completamente entrenados y preparados para atender al público y lo hicieron muy bien.  El  personal que nombramos y dejamos trabajando en la institución hizo un trabajo excelente, con verdadera vocación y mística de servicio a favor de la justicia. La institución quedó impecablemente establecida, con orden y pulcritud y por ello la Defensoría del Pueblo que creamos recibió reconocimientos internacionales – incluso de países desarrollados – que nos felicitaron y nos consideraron entre las mejores instituciones creadas e instaladas del continente.
Tuvimos que partir de cero, porque cuando nos  eligieron no había ni una silla dónde sentarnos. Para instalar la institución y que ésta estuviera funcionando a los seis meses después de nuestra toma de posesión, es decir, el 16 de enero de 1998 (como establecía la Ley); tuve que poner una importante suma de dinero personal para financiar el arreglo, remodelación y acondicionamiento de la primera sede de la institución ubicada en la Calle 50 o Avenida Nicanor de Obarrio, planta baja del Edificio Don Camilo y cerca de la esquina con la Vía Brasil (nunca pasé la cuenta al Estado de la gran mayoría de los gastos en que incurrí). Al final del duro camino que transitamos – nos costó mucho esfuerzo no sólo crearla y establecerla, sino cimentarla y darle credibilidad, pero también obtuvimos muchas satisfacciones.  El comienzo de la institución fue muy duro quizá porque como su titular actuaba con demasiada independencia del poder político y había que castigarme.  Muchas veces en esos momentos difíciles me pregunté ¿cuál era el verdadero papel de la institución, defender al gobierno o defender al pueblo?  La respuesta íntima a esa pregunta le dio fuerzas a mi alma para seguir adelante con el objetivo de crear la institución y vencer todos los obstáculos que había en el camino, pues estaba convencido de que ningún camino en la vida es fácil…
Con gran dignidad y esmero, el 16 de enero del 1998 pudimos abrir la primera oficina de la Defensoría del Pueblo y desde ese día, empezamos a atender al pueblo que tuvo, entonces sus primeras oficinas.   Debo reconocer hoy día que entiendo que fue la presión internacional la que produjo la visita del entonces Subsecretario de Estado de los Estados Unidos en septiembre de 1997 a nuestra casa, donde me instalé porque no tenía oficinas y el gobierno de entonces no me las proporcionó.  A partir de entonces, las cosas empezaron a caminar para lograr la primera partida presupuestaria, hecho que ocurrió en diciembre de 1997, a escasos quince días de la fecha en que por mandato de la ley tuviera que abrir las primeras oficinas.  Si me hubiese quedado esperando la partida presupuestaria sin financiar con mis recursos propios el nacimiento de la Defensoría del Pueblo, habría llegado el 16 de enero de 1998 y no habría podido cumplir con el país ni con la Ley y probablemente ésa hubiese sido la excusa perfecta que los políticos hubiesen utilizado para pasarme factura por la independencia de mis actuaciones.
Con gran satisfacción y humildad hoy podemos manifestar que la Defensoría del Pueblo de la República de Panamá,  nació y creció – como si fuese un niño recién nacido – en nuestra casa, entre los juegos cándidos de nuestra hija María del Mar, quien entonces estaba cumpliendo 3 años y hoy tiene 17 años de vida.  Hasta ella, entre su inocencia de niña, fue comprensiva porque, en cierta manera, le robamos parte de su espacio vital.  Nuestro segundo hijo, Gian Piero, para esa época no había nacido.  Por eso es muy doloroso contemplar lo que ocurre durante este tiempo en una institución que, con tanto amor y entusiasmo creé, organicé e instalé, junto al esfuerzo noble de mi esposa, amigos y fieles colaboradores quienes conocen todo el esfuerzo que hicimos para construir lo que a hachazos han destruido…
Con un presupuesto de solamente de 2.7 millones (muchísimo menos de lo que tiene hoy día la institución), logramos hacer una gran cantidad de  publicaciones de libros, folletos, informes, como el de los de más de diez mil niños sin identidad, llamados “Chiriticos”, que descubrimos en la frontera con Costa Rica, así como la edición y difusión de múltiples publicaciones de informes, investigaciones y aspectos educativos, convencidos de que sólo la educación libera los pueblos.  Con ese escuálido presupuesto hicimos que creciera, poco a poco, la institución en el corazón del pueblo panameño. Sin duda alguna y de forma decidida, puse mi pecho – y dejé mi piel en el camino – para defender a los oprimidos y a las personas que no tenían cómo defenderse.  Fueron infinidad de investigaciones las que hicimos y con resultados positivos; las más importantes constan en los informes especiales publicados, algunos de los cuales están en la Biblioteca Nacional.  Allí también están los tres informes anuales publicados, dos de éstos en dos tomos que reflejan y guardan el histórico trabajo a favor de la nación (algunos hasta de más de 1,500 páginas).  Con emoción recordamos el 9 de junio del 2000, cuando bajo críticas y muy peligrosas condiciones de riesgo para nuestra vida y seguridad, logramos la liberación en Colombia y en pleno campamento guerrillero, del vendedor panameño de la Zona Libre, Nicolás Pérez, quien iba en un vuelo donde viajaban congresistas que eran objetivo de las fuerzas revolucionarias y por eso fue secuestrado como toda la tripulación del vuelo comercial de AVIANCA, que volaba entre la ciudad de Bucaramanga (Departamento de Santander) hasta Bogotá en la República de Colombia.  A Nicolás Pérez ni siquiera le conocía y nunca me imaginé que quedaría envuelto en su triste situación. Por cosas de la vida – y sin tener nada que ver con la situación de Colombia – Nicolás Pérez pasó 14 meses de su vida, secuestrado por fuerzas insurgentes en Colombia. Cuando supe lo que le ocurría medité muchísimo, pedí a Dios que me diera luz y entendimiento y resolví que debía intentar su liberación porque era un deber insoslayable que debía asumir, dada mi condición de Defensor del Pueblo. Antes de nuestra intervención comprobé que nadie en Panamá, hacía nada por salvar la vida de Nicolás Pérez ni por devolverle la felicidad a su familia, quienes sufrían semejante martirio.  Con el convencimiento íntimo que Dios nos acompañaría en esta arriesgada misión, durante un poco más de seis meses sostuvimos pacientes, delicadas, peligrosas y muy reservadas conversaciones con los máximos dirigentes de la guerrilla colombiana en puntos desconocidos de las montañas de Colombia, buscando la anhelada solución humanitaria que no podía ser otra que la liberación de Nicolás Pérez.  El 9 de junio del 2000, en un hecho histórico en el que Dios nos usó de instrumento y arriesgando nuestra propia vida, logramos persuadir a los más altos dirigentes de la guerrilla colombiana y logramos su liberación. Fue la primera vez en la historia de la insurgencia colombiana que se lograba la liberación de una persona secuestrada, sin acción militar y sin pago de dinero o precondiciones. Fue una auténtica liberación por causas humanitarias, definitivamente que inspirada y guiada por Dios, a quien damos toda la gloria… Un resumen noticioso de ese acontecimiento, ha sido publicado por algunos ex alumnos y colaboradores de nuestra gestión en la siguiente dirección: https://www.youtube.com/watch?v=4_vX2pk8vTo 
En la Defensoría del Pueblo todo parece haber comenzado a manejarse mal – hasta llegar a lo vergonzoso de la situación que ha ocurrido en estas fechas – cuando al término de mi mandato (abril del 2001), empezaron a destruir, poco a poco, la memoria histórica de la institución, destruyendo nuestro legado, destituyendo a funcionarios bien entrenados y honestos, borrando la historia de la página Web que creamos y que funcionaba rápida y eficientemente (aun la tenemos guardada en un archivo virtual); cuando cambiaron el logo, el himno, el eslogan original que establecimos “de la mano con la justicia” (brillante idea del distinguido toleaño Alberto Hernández) y casi que prohibiendo mencionar mi nombre, so pena de ser destituido. En mis soliloquios me he preguntado múltiples veces, ¿cómo se podía construir un futuro sólido, si no se hacía un  homenaje de respeto a quienes habían antecedido, fundado y forjado la institución?
Durante estas semanas que han significado un período triste para la Defensoría del Pueblo en Panamá, hemos preferido no hacer comentarios y/o declaraciones en los medios de comunicación, por elemental ética y respecto a la actual situación por la que, asombrosa y tristemente ha pasado la institución que, como he dicho antes, me correspondió crear y verla nacer en mi casa, para beneficio del pueblo panameño, sobre todo, para apoyar a los que intentan y procuran el camino de la justicia, de la redención social y del respeto a los grandes valores de la humanidad.
Por tanto, con la satisfacción del deber cumplido y con humildad en mi corazón, le agradezco a Dios habernos permitido la oportunidad de servir a la nación sobre todo para buscar una mejor condición social para los más desprotegidos y humildes.  Por eso me permito compartir lo que escribí hace algunos años – y que está debajo del presente comentario – así como la noticia de la histórica visita del Subsecretario de Estado de Estados Unidos a nuestra residencia, porque dichos testimonios forman parte de la memoria de la institución que intentaron borrar de la historia, quienes han pretendido escamotear y ocultar nuestro legado de plena independencia, justicia y trabajo social para los humildes…
Miércoles 24 de julio del 2013.

Dr. Italo Isaac Antinori Bolaños

Doctor en Derecho (Especializado en Derecho Constitucional)

Universidad Complutense de Madrid, Reino de España

Primer Defensor del Pueblo de la República de Panamá (1997-2001)

Correo Electrónico: iantinorib@cwpanama.net 

https://www.youtube.com/watch?v=kldLuqZp6vI

 


Panamá, lunes 5 de marzo de 2001

¿Cómo fui elegido defensor del Pueblo?

Mireya Moscoso fue honesta, correcta y solo me puso como condición actuar con independencia y ayudar a los más pobres del país
 
Italo Isaac Antinori Bolaños *

Para justificar lo que consideramos una evidente politización de la elección del defensor del Pueblo, algunos han echado mano al ataque personal y a tratar de desfigurar cómo resulté elegido primer defensor del Pueblo. De forma ofensiva han llegado a decir que la “única” credencial con que conté para ser elegido fue ser amigo de Tomás Altamirano Duque. Por tal razón, para que no se distorsione la verdad de lo que ocurrió en junio de 1997, haremos algunas aclaraciones porque creo que lo que está en juego en estos días es el futuro de una institución que está destinada a servir a los más necesitados y a los que no tienen voz.
Están en juego las futuras elecciones para un cargo cuyo titular deberá servir al país con independencia de quien ejerza el poder político y sin que la filiación política sea el factor que determine la actuación del defensor del Pueblo, tal como lo hemos demostrado con nuestras actuaciones. En primer lugar, lo que se discute es la actual elección, por ello, consideramos que referirse a situaciones que ocurrieron, casi cuatro (4) años atrás - desfigurando los hechos - es un intento por desviar la atención sobre la verdadera esencia del problema que es la actual elección que algunos políticos pretenden convertirla en un botín para hacer de ella parte del intercambio de activos.
En junio de 1997, los 52 candidatos que competíamos por el cargo, fuimos presentados al pleno. Todos luchamos por obtener los votos después de haber sido sometidos a audiencias públicas, en las que no solo los miembros de la Comisión de Derechos Humanos estaban presentes y hacían cuestionamientos, sino que también estaban presentes, el público que ingresó sin restricciones, así como los medios de comunicación, pudiendo igualmente interrogar libremente a los candidatos. Las audiencias de cada uno de los 52 candidatos fueron transmitidas en vivo y posteriormente en diferido por Canal Once, a fin de que la sociedad pudiera apreciar el pensamiento de cada uno de los aspirantes. Nada de esto ha ocurrido en la presente elección, puesto que lamentablemente las audiencias han sido a puertas cerradas, con lo cual se ha impedido que la comunidad conozca el planteamiento de los aspirantes a Defensor del Pueblo. Además, es ahora una fracción del parlamento constituida por 7, de los 71 legisladores, la que predeterminará -sin que se haya explicado previamente a la comunidad el método de ponderación o baremo- quiénes estarán dentro del grupo de los seleccionados y favorecidos que pasarán al pleno de la Asamblea, lo que impedirá que la comunidad pueda juzgar si en verdad se trata o no de los mejores candidatos, cuando en la anterior elección, sin exclusiones de ningún tipo, los 52 candidatos fuimos sometidos al escrutinio de la comunidad y del pleno de la Asamblea Legislativa. Durante la elección de 1997, ni el PRD ni ningún otro partido político respaldó o tuvo candidato oficial. No hubo recomendaciones de ninguna comisión política de partido alguno, que sugiriera ternas o que recomendara algún nombre. No hubo acuerdos entre partidos para la designación del cargo.
Por ello, no consideramos justo que se pretenda desvirtuar o distorsionar la forma en que fui elegido. Nuestra amistad con el señor Altamirano Duque y sus hermanas, ha sido de carácter personal y profesional, por cuanto antes de ser defensor del Pueblo, fui su abogado. En esta amistad no hubo ni hay nada de pecaminoso. El respeto de nuestras propias convicciones y diferencias ha sido la base de la amistad. En lo político, no hubo ni hay vinculaciones ni coincidencia entre el licenciado Altamirano Duque y mi persona. El es miembro del PRD y una de sus hermanas es esposa del actual vicepresidente de la República, quien pertenece al Partido Arnulfista. En lo personal, nunca he sido miembro de ningún partido político, ni he sido candidato a ningún puesto de elección popular. Mis credenciales de apoliticismo, de doctor en derecho (especializado en derecho constitucional) por la Universidad Complutense de Madrid, título que obtuve con las máximas calificaciones, el tener estudios de postgrado en derechos humanos y en estudios internacionales y mi licenciatura en derecho, fueron en su momento debidamente expuestas ante la Asamblea Legislativa, al igual que lo fueron los muchos artículos, publicaciones hechas y mi condición de profesor para el doctorado y maestría en derecho, dentro y fuera del país.
En junio de 1997, el partido PRD tenía 28 legisladores. En mis análisis y estrategias sabía de antemano - tal como ocurrió- que, al no haber candidatura oficial, el PRD y sus aliados dividirían sus preferencias entre varios candidatos. Según consta en el acta -cuya copia tengo- el día de la elección y en la primera vuelta, el suscrito logró 42 votos, Graciela Dixon logró siete votos, Jaime Padilla González, siete votos, Irma Mollick, cuatro votos, Luis Vergara, dos votos, y un voto cada uno lograron, Ulises Pittí, Ramón Castellanos, Ramón de Río, Abdiel Díaz Him, Santiago Gómez Montenegro, Alejandra Ramos de Trejos y Santander Tristán. Ante la previsible atomización del voto, era lógico que, quien consiguiera los votos de los entonces partidos de oposición, ganaría el cargo. Por tal razón, me entrevisté personalmente con doña Mireya Moscoso -líder de la oposición- a quien expuse mi plan de trabajo y a quien le prometí independencia en mis actuaciones. Durante la larga entrevista, ella me escuchó detenida y serenamente. En la situación en la que estaba, en la que dependía de los votos de su partido para ganar, pudo haberme condicionado el apoyo, pedirme puestos o espacios políticos; sin embargo, doña Mireya fue honesta y correcta, y solo me puso como condición actuar con independencia y ayudar a los más pobres del país. También conversé con el doctor Joaquín Fernando Franco, quien como gran caballero y hombre de honor, tampoco me pidió posiciones, sino que me solicitó una gestión honorable e independiente del poder real. De acuerdo a la estrategia planteada y a los diversos apoyos que obtuve, fui elegido primer defensor del Pueblo, en la primera ronda de votaciones, por 42 votos, que provinieron de diferentes fracciones parlamentarias tanto del gobierno como de la oposición, aunque mayoritariamente de estos últimos. Por tanto, no es cierto que fui beneficiado por alguna decisión política partidista del PRD, como se ha pretendido decir, por cuanto dicho partido no tuvo candidatura oficial y sus legisladores votaron libremente. A pocos días de terminar mi período, puedo decir con gran satisfacción que cumplí mi palabra de crear, organizar e instalar adecuadamente la primera oficina de la Defensoría del Pueblo y la de actuar con plena independencia frente al gobierno anterior y también con el propio gobierno de la señora Moscoso.
Para nadie es un secreto que, desde que fui elegido no conté con apoyo político alguno, por eso mi primera oficina -y durante los seis meses siguientes- estuvo en mi casa. Tampoco conté con facilidades financieras oportunas, por lo que tuve que poner dinero propio para instalar las primeras oficinas, que pronto entregaremos. Nuestro legado -con errores y aciertos- es haber dejado para las futuras generaciones, el ejemplo de un defensor absolutamente independiente de los políticos y del poder real. Cualquier intento de decir lo contrario se estrellará con la realidad y con la historia de mis propias actuaciones.
* El Autor es Primer Defensor del Pueblo (1997-2001) y Doctor en Derecho.

 
 
Panamá, miércoles, 10 de septiembre de 1997

Antinori se reúne con subsecretario de EU

Hermes Sucre Serrano
De La Prensa
 
El Defensor del Pueblo, Italo Antinori, reiteró ayer en reunión con el subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos, John Hamilton, su compromiso de actuar con absoluta independencia, imparcialidad y sin permitir presiones políticas que lo puedan desviar de la misión encomendada.  Ante la falta de una oficina de la Defensoría del Pueblo, Hamilton, quien quedó al frente de la delegación norteamericana que asiste al Congreso del Canal, no le quedó más remedio que visitar la residencia de Antinori, donde se ha improvisado un despacho que ya ha recibido 102 quejas.  La temática de la reunión giró en torno a los planes, los objetivos y las esperanzas que tiene la Defensoría de convertirse en una institución que preste auxilio a los nacionales y extranjeros que sufran violaciones a sus derechos humanos y libertades individuales.  El constitucionalista admitió que la Defensoría del Pueblo nació desamparada por el Ministerio de Planificación, quien hasta el momento se ha mostrado renuente a dotar los recursos que se requieren para trabajar.  “Siento que hay dificultades. Debo confesarle que yo no esperaba estas dificultades hasta este punto. Tengo la esperanza que estos tropiezos iniciales se resolverán”, recalcó.
Dijo que la próxima semana se reunirá con los periodistas para mostrar documentos que avalan su posición frente a las irregularidades presupuestarias que hay. “Reconozco que ningún camino es fácil de recorrer'', anotó. Antinori confía en que la posición independiente que ha mantenido hasta el momento no ha dado motivo alguno para que se le nieguen los recursos de personal, equipo y de local que se requieren para comenzar a atender las quejas de los panameños. A su juicio, a nadie le debe extrañar la autonomía que siempre debe mantener la Defensoría del Pueblo, ya que cuando la Asamblea aprobó la ley, que posteriormente fue refrendada por el Ejecutivo, se estaba claro en que la nueva institución no estaría supeditada a ninguna otra autoridad.
 
 

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