Escrito del constitucionalista, Dr. Italo Isaac Antinori Bolaños, Doctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y Primer Defensor del Pueblo de la República de Panamá (1997-2001).
La izquierda y su radicalismo destructivo.
Alguien me escribió consultando mi opinión sobre los
inesperados resultados de las primarias del Partido Socialista Obrero Español
(PSOE) – el que más tiempo ha gobernado España desde la muerte de Francisco Franco
el 20 de noviembre de 1975 –, que se celebraron el domingo 21 de mayo de 2017. Aunque para el suscrito, el resultado no fue
una sorpresa, quien me escribió no podía entender que el radical dirigente, Pedro
Sánchez, quien como Secretario General del Partido Socialista Español (PSOE),
había provocado en el 2016 los peores resultados electorales en casi cien años
de historia de dicho partido, (los cuales le produjeron dos vergonzosas
derrotas), haya sido reelegido como Secretario General por los votos de la
militancia de su partido, casi ocho meses después de haber tenido que dimitir
forzadamente por sus evidentes fracasos en medio de una de las peores crisis de dicho
colectivo político. Sin descartar el
germen de la anarquía que algunos aseguran que pervive en la sociedad española,
lo sucedido en el Partido Socialista español, no es ajeno a lo que un mes atrás
(el 23 de abril de 2017) le ocurrió al Partido Socialista francés y el varapalo
histórico que recibió en la primera vuelta de las elecciones francesas, su
candidato Benoît Hamon, escogido por
la militancia del Partido Socialista pese a las advertencias de que, sumados a
la impopularidad del gobierno del Presidente socialista François Hollande,
habrían otros factores negativos como su conocido radicalismo y excesiva
inclinación a la izquierda más dogmática. El ejemplo tampoco es exclusivo de
España ni de Francia, puesto que es una conducta típica de lo que podríamos
llamar la “genética política” de los partidos de izquierda; por eso, casos
similares también los podemos encontrar en la historia de varios países europeos
y en otras democracias del continente americano.
La ortodoxia y el excesivo dogmatismo que se produce y
pulula en el adoctrinamiento de la izquierda, lleva a la militancia de sus
partidos a tomar decisiones muy primarias, evidentemente desacertadas,
irreflexivas e inconvenientes, que les
suelen parecer al principio y justo cuando las toman como las mejores, por
estar embriagados de enceguecido entusiasmo, pero luego en los procesos
electorales no se compadecen ni son cónsonas con el número de votos que
obtienen.
En la evolución histórica de los partidos de izquierda,
llega un momento estelar de clímax y
delirio ideológico, en que colectivamente se produce un consustancial desquiciamiento
político muy propio en su trayectoria social.
Es como una enfermedad degenerativa que produce episodios y recaídas
cada cierto tiempo. Tal patología política ocurre cuando la militancia decide
en un incomprensible paroxismo desenfrenado y sin importar las consecuencias
sobrevinientes, dispararse un tiro en el
pie, quizá con la perturbada idea de ver qué sucede. Por tales razones, no debemos extrañarnos cuando
candidatos de la izquierda más radical logran con cierta facilidad insuflar en
la militancia de sus partidos el entusiasmo y las simpatías necesarias para
obtener un respaldo internamente, aunque tal simpatía no sea igual, ni siquiera
parecida, en la lucha externa, cuando debe enfrentarse a otros colectivos
políticos y a otros candidatos que son percibidos con la sensatez que carece el
intransigente candidato izquierdista. En estos casos ocurre que el partido
logra una militancia muy aguerrida, pero una orfandad de votos en las
elecciones generales.
Quizá en el caso español, los militantes del PSOE, han
comenzado – sin darse cuenta – solo por escoger quien comandará el destrozo de
su partido. Y en términos fríos de números electorales y de márquetin político, si Mariano Rajoy y el Partido
Popular – incluso hasta el indefinido Alberto Rivera del emergente partido
“Ciudadanos” – supieran aprovechar las
circunstancias, podrían sumar a sus causas votos de sectores de la izquierda
muy moderada (centro izquierda) que podrían mirar hacia otro lado, asustados
por la insensatez y el radicalismo en que se convertirá el PSOE bajo la
dirigencia de Pedro Sánchez. El cantado
final producido por una equivocación del enfermizo radicalismo de la izquierda
insensata, pasa por el estacazo que,
más por enfermiza obsesión que por juiciosa convicción, le prepara con ansias
Pedro Sánchez a Mariano Rajoy, para remecer y estremecer con resultados
impredecibles el gobierno del perseverante e insistente gallego.
21 de mayo de 2017
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