Un médico panameño –
a quien ni siquiera envié la investigación de la influenza hecha por mi esposa –
y quien mediáticamente se ha “vendido” por años como supuesto sabio e
ilustrado, como padre y único amo de la ciencia médica, como dueño absoluto de
la verdad y absurdo patrón de una irreligiosidad chocarrera y guasona, se ha
atrevido a decir que el análisis de la Dra.
María Eugenia Barnett Herrera de Unamuno de Antinori, si bien “es
interesante y bien escrito, tiene
algunas imprecisiones científicas importantes”, sin haber dicho cuáles son
las imprecisiones científicas importantes. Tan imprecisa y subjetiva
calificación, ha motivado mis neuronas y empujado mis dedos para teclear
algunas cuartillas, donde hago algunas reflexiones, sin mencionar tan siquiera
al sandunguero personaje.
Cuando aparece la estulticia…
Con
todo respeto y muy alta consideración, envié a muy distinguidas personas el estudio
y análisis científico que hizo mi esposa, la Dra. María Eugenia Barnett de
Antinori a finales de junio de 2016 sobre la delicada situación de la influenza
en la República de Panamá y que denominó “Circulación de la Influenza en Panamá desde el
año 2011 al 2016”. Dicho
estudio lo realizó como médico pediatra y epidemióloga para orientar a la sociedad y que puede ser
visible en:
Me permití enviarlo porque consideré y
considero que es un valioso aporte a la docencia y al conocimiento en general.
Su genuino y único interés ha sido orientar y educar, sin pretender
“arrogarse la verdad absoluta” como lo dice y lo reconoce sensata y
humildemente en su propio escrito. Su análisis no va dirigido a la comunidad
científica solamente, ni está escrito – pudiendo como médico hacerlo – con
locuciones científicas que solo éstos comprenden, sino que lo importante es que
fue hecho en un lenguaje llano, franco y sencillo dirigido con nobleza a muchos
que, como el suscrito, no entendemos de medicina ni de “algoritmos”
científicos. En su análisis, la Dra. de Antinori dice lo que otros no se han atrevido a decir, o
simplemente, no se han tomado el trabajo de hacer en estos momentos difíciles
para el país. Pero, me pregunto, ¿quién
es dueño de la verdad y padre de la ciencia para asegurar que en la investigación
que hizo la Dra. de Antinori “hay imprecisiones
científicas importantes”? Pues nadie, solo Dios para los que creemos en Él. ¿Y quién puede, en
consecuencia, en nombre de la ciencia, descalificar algún hecho o
investigación, adueñándose de la paternidad de la propia ciencia? Es muy cómodo
descalificar sin definir ni explicar cuáles son esas supuestas “imprecisiones
científicas importantes” El análisis
de la Dra. de Antinori, por una
parte, constituye un loable esfuerzo por hacer comprensibles, aspectos de la
influenza que nadie había explicado con tanto detalle y claridad en la crisis
que vive el país; y por otra parte, su fortaleza o precisiones científicas
están basadas en nueve (9) gráficas sobre el comportamiento de la influenza,
emitidas por la Organización Mundial de
la Salud, públicamente difundidas y responsablemente citadas en su
investigación, incluso con los vínculos para que cada uno de los lectores
accedamos a ellas (así está garantizado en la publicación que se pueda acceder
a los vínculos). De modo que, si
existieran esas supuestas “imprecisiones, científicas importantes”, habrían sido cometidas, nada más y nada menos que por
la propia Organización Mundial de la Salud, hecho que obviamente no es cierto. La Dra.
María Eugenia Barnett Herrera de Unamuno de Antinori tiene sus puntos de
vista como investigadora médica que creo que merecen un mínimo de
respeto y no ha pretendido descalificar a nadie, ni las ideas de nadie, ni los
puntos de vista de nadie, ni mucho menos se atrevería a decir que algo “tiene
imprecisiones científicas importantes”, sin explicar cuáles, sencillamente
porque no se cree dueña de la verdad. Dejemos a los demás construir y edificar
porque el argumento de los mediocres, a mi juicio, históricamente ha sido el de
recurrir a la descalificación constante de todo esfuerzo humano que conduzca a
la realización de una obra, de un emprendimiento o de un aporte a la
sociedad. Nadie es dueño de la verdad ni
de la ciencia, mucho menos de la sapiencia, sobre todo cuando aquellos que se
creen dueños de la verdad, tienen grandes y graves falencias, como todos los
humanos las tenemos. Cada día me
convenzo que a nuestro país le cuesta salir adelante por la ira y la envidia de
los necios… Dos lacras terribles que
enceguecen la razón y alimentan la estulticia. Es como constatar la radiografía
de lo que atinadamente predijo el malogrado escritor John
Kennedy Toole, en su obra póstuma “La conjura de los necios”. Y, al cavilar sobre los efectos siniestros de
la envidia, resulta imposible olvidar, precisamente, al ilustre pariente de mi
esposa por su rama española, al inmenso y genial filósofo español, Don Miguel de Unamuno quien decía que “la envidia es mil veces más terrible que el
hambre, porque es hambre espiritual”. (de Unamuno, Miguel, Del
Sentimiento Trágico de la Vida, Editorial Plenitud 1966, Madrid, España p. 62)
A
mi esposa, la Dra. Maria Eugenia Barnett
de Unamuno de Antinori, una gran y valiosa mujer – que al igual que otras inteligentes mujeres –
es digna del respeto y merecedora del encomio por el esfuerzo e interés en
darnos luces en un tema donde parece que la intención es no hablarnos con la
claridad y con la certeza que merecemos.
A ella no sólo la amo intensamente (25 años de matrimonio) sino que la
respeto y le admiro muchísimo por su inteligencia innata, su humildad, su
nobleza y su deseo incansable por ayudar y colaborar a la sociedad sin esperar
nada a cambio, de forma callada y sin aspavientos en los medios de
comunicación. Quienes le conocen saben que así como la hemos descrito es su
personalidad y también saben de su nobleza, de su desprendimiento y de su
exquisita educación. Le pido que siga
adelante, con fe en Dios (que sí la tenemos) ayudándonos a entender y
comprender ese intrincado mundo de la ciencia que no todos tenemos el
privilegio de comprender. Ella es una gran mujer que nos demuestra – como
muchas otras grandes mujeres también lo hacen – que la inteligencia no es
patrimonio de sexos, sino del propio ser humano y que ante la estulticia es
preferible guardar silencio y que a los palurdos – aunque se hayan disfrazado
de supuestos sabios – jamás ofrecerles tan siquiera la honra de un insulto.
2 de julio de 2016.
Sinceramente;
Dr. Italo
Isaac Antinori Bolaños
Doctor
en Derecho (Especializado en Derecho Constitucional)
Universidad
Complutense de Madrid, Reino de España
Primer
Defensor del Pueblo de la República de Panamá (1997-2001)
Correo
Electrónico: iantinorib@cwpanama.net
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